Una pareja de casados deciden ir de
compras a una boutique de muebles luego de haber comprado su casa. Se encontraban ansiosos por amueblar su
hogar así que todo sería nuevo y
no escatimarían en gastos. Juntos partieron esa mañana hacia su destino, les
esperaba un día muy largo.
La boutique contaba con lo mejor en
líneas de diseñador, accesorios exclusivos así como los más costosos en toda la
ciudad. Lo que distinguía al lugar era el servicio, uno catalogado como
excelente para el tipo de cliente exigente. Sus vendedores eran clase A,
expertos en convencer a quien sea de que merecía esos lujos y Anthony era uno
de ellos. Por sexto año consecutivo llevaba el título de vendedor del año.
Aunque recibía sus buenas comisiones se encontraba endeudado y estaba a punto
de perder su casa. Solía presumir ante sus compañeros de trabajo que nunca se
equivocaba a la hora de reconocer un comprador potencial. Se jactaba de poder
desenvolverse con gente adinerada pues según él tenía clase y estilo. Esa mañana le preocupaba algo más, necesitaba realizar una gran venta para
pagar el atraso de su hipoteca.
La pareja llegó temprano. Anthony los
divisó desde una esquina durante un momento. Los analizó como era su costumbre,
pero decidió no atenderlos. Así que cedió el espacio a los otros vendedores. La
forma de vestir de los casados no era la apropiada de unas personas de dinero,
sólo entran a curiosear y hacerme perder el tiempo, pensó Anthony. Otros
vendedores lo imitaron. Unas personas en mahones y t-shirt deberían visitar la
mueblería donde más barato venden, concluyeron. El mayor de los vendedores en
edad y experiencia llamado Don Juan le pide a Anthony que atienda a la pareja
ya que le correspondía por turno, pero se declaró indispuesto y le solicitó a
Don Juan que los atendiera. Accedió conociendo lo que estaba pasando.
La esposa ya impaciente se pudo percatar
que no los atendían. ‘¿Será nuestra vestimenta?’ Le pregunta al esposo. ‘Si es
así son gente ignorante, no saben quiénes somos, deberíamos dar una queja a los
dueños’. La pareja enfurecida no sabía qué hacer, abandonar el lugar o formar
un avispero. El esposo le comenta: ‘No te preocupes, esta gente no son iguales
a nosotros, probablemente no han estudiado y se han tenido que conformar con
ser unos simples vendedores. Mejor será marcharnos de aquí’.
Don Juan se acercó a la joven pareja para
saludarles y darle la bienvenida. Era su último día de trabajo en la mueblería
ya que se retiraba del campo laboral. Recibió a los clientes ya disgustados con
mucha cordialidad y respeto. Le ofreció el mejor servicio como lo hubo hecho
por los pasados veinte años y en cuestión de minutos logró que la pareja
olvidara su mal rato. Fue la venta más grande registrada hasta el momento.
Debido al rato que estuvieron esperando le redujo el costo de todo el
mobiliario sacrificando la mitad de su comisión. Cuando Don Juan terminó con el
recibo de toda la compra se lo entregó a Anthony. ‘Reclama tú la comisión te la
regalo, ve y paga tu casa para que tus hijos no se queden sin un techo’.
Moraleja:
Anthony aprendió una gran lección. Su
altivez y su orgullo no lo dejaron ver más allá de una simple apariencia. Sus
compañeros se dejaron llevar por la corriente actuando igual. La pareja
rechazada optaron por hacer lo mismo, juzgaron y se sintieron superiores.
Finalmente Don Juan brindó el mejor regalo de su último día de trabajo. Fue luz
en medio de oscuridad, dio lo único que le quedaba porque sabía que la alegría
del alma es dar lo mejor de ti no importando a quién.