¿Odio y desprecio a las mujeres?
Si bien ante la ley todos los seres
humanos somos iguales, la realidad y específicamente la biología y la
religión imponen diferencias que han sido
utilizadas para que las personas sean tratadas de diferente manera, según su sexo.
En el caso de las mujeres, se ha mantenido la idea de que son inferiores
respecto de los hombres. Esta idea ha sido defendida por personajes religiosos
y personajes influyentes como los filósofos griegos Platón y su discípulo
Aristóteles. El primero decía que Dios había hecho sólo al hombre una criatura
divina, y el segundo identificó a la mujer como ser defectuoso y de inferior
inteligencia. Sócrates las ignoraba completamente. Otros como Martín Lutero,
Pablo de Tarso, Tertuliano, San Ambrosio, San Agustín de Hipona, San Timoteo,
Nicolás Maquiavelo, Friedrich Nietzsche y muchos más han expresado sus
prejuicios sociales y discriminatorios hacia la mujer. Esta conducta se le
conoce como misoginia mientras otros les llaman machismo.
El significado de la misoginia y su
historia
La misoginia es muy antigua, “Myso” en
griego significa odio, y “gyno” mujer, por lo cual de acuerdo a su etimología, un
misógino es quien odia al sexo femenino. El diccionario define misógino como: Aquél que odia o siente rechazo hacia las mujeres y define
al machismo de esta manera: Actitud y
comportamiento de quien discrimina o minusvalora a las mujeres por
considerarlas inferiores respecto de los hombres.
A veces ese rechazo o trato despectivo
hacia las mujeres se puede detectar en las distintas relaciones de un hombre
con una mujer. Puede que sea de un modo expresivo; físico o verbal, otras en
forma indirecta, a través del menosprecio o humillación. Es típico que dicho
comportamiento en contra de la mujer se puede observar por parte del jefe, de
un padre, de un marido, de un hermano o de un supuesto amigo. Pero sin duda la
relación más peligrosa puede ser la del marido. Un ejemplo de ello lo vemos en
la película “Slipping with the enemy”.
Tratar a las mujeres como “objeto” o “posesión” queda plasmado desde los
tiempos bíblicos que refuerzan la misoginia contra las mujeres. De hecho uno de
los mandamientos así lo confirma:
"No codiciarás la casa de tu
prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni
su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo." Éxodo 20: 1
Evidentemente el otro mandamiento;
“Amarás a tu prójimo como a ti mismo”, crea una contradicción entre los mismos.
A menos que en ese concepto de “prójimo” se estuviese excluyendo por completo a
la mujer, (como era la norma), entonces podríamos entender los relatos bíblicos
en los que se discriminan brutalmente contra la mujer. El hombre no hubiese
permitido bajo ningún concepto que se le tratara como un objeto.
¿Dios creó a la mujer para sufrir de misoginia?
Algunos de los personajes religiosos y
pensadores influyentes del pasado mencionados en párrafos anteriores fueron
representantes o exponentes religiosos, lo que llega ser paradójico al ser
estos los llamados a promover la igualdad y no lo contrario. Esta antigua conducta puede ser
rastreada hasta los orígenes de los relatos bíblicos comenzando en Génesis. En los relatos de la Creación de nuestra especie Dios creó primero
al hombre, luego a todas las especies de animales y luego por último a la mujer
para que le sirviera de ayuda/compañía al hombre, dado que al parecer los
animales no cumplían con tal propósito. Infiere que se crea la mujer
exclusivamente como posesión para el hombre. Pero al no poder pasar por alto el
“issue” de que la mujer era necesaria para la reproducción de la especie
tuvieron que incorporarla finalmente.
No se pudo obviar semejante verdad, como tampoco manipularla por los
sacerdotes o escribas de la antigüedad otorgándole el último lugar en la
creación. Esto da paso a como se crea a este “ser” femenino y como incluirlo en
la historia de manera que se mantuviera por debajo del hombre.
¿Cómo se creó al “ser” femenino?
Aún se mantiene un debate basado en los
dos relatos de la Creación. Uno señala que fueron creados hombre y hembra
simultáneamente, hay que resaltar que este primer relato del Génesis es sin
embargo simétrico:
"Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo creó a
imagen de Dios. Hombre y mujer los creó," Génesis 1: 27. El otro relato
indica que fue de la costilla del hombre que sale la mujer. Génesis 2: 22. Esta
versión por supuesto fue la que más auge y apoyo tuvo entre los sacerdotes,
escribas, entre otros…¡todos hombres, por supuesto!. Ellos a cargo de guardar
la palabra de Dios, lo que dio paso a que esta versión se impusiera a la mujer
por mandato divino. La mayoría de los propagadores de la fe judía, cristiana o
islámica tomaron en cuenta ese relato del Génesis a la hora de explicar la
naturaleza de la mujer, su rol en la sociedad y en el mundo. Claramente los
hombres por imposición se aseguran que las mujeres entiendan su rol en la
sociedad, en el mundo… “sujeción” y “sumisión” al hombre.
Al hacerlas responsable de la caída del
hombre, pretexto sugestivo de ser indignas por su falta de obediencia a Dios.
Esto según los relatos en Génesis 3:16 . La parte final de ese versículo dice:
“… y tu deseo será para tu marido, y el se enseñoreará de ti.” Desde entonces
las cosas son así en el mundo religioso… “por mandato y orden divino”.
En la antigua Roma la mujer, al menos
hasta el imperio romano nunca pudo despojarse de esa estigma. El cristianismo
perpetuó ese criterio que se heredó del judaísmo. Este estilo de conducta hacia
la mujer se ha mantenido con pocas variantes en la historia como pretexto para
otorgar a la mujer un trato discriminatorio, de desigualdad y en ocasiones de
desprecio. Acciones que están íntimamente ligada a una conformación estructural
patriarcal de la sociedad como lo vemos en la Biblia. Desde esa perspectiva
misógina de la sociedad, la mujer se expone a la violencia, en todas las
manifestaciones que la violencia asume.
"Si la mujer fuera buena, Dios
tendría una"
Sacha Guitry
La mujer en el mundo hebreo
Hoy difícilmente nos imaginamos hasta qué
extremos llegó en el mundo antiguo y religioso la discriminación contra la
mujer. Las religiones orientales llegaban a negarle la naturaleza humana,
atribuyéndole la de animal. El culto de Mithra, que señoreó en todo el imperio
romano en los comienzos de la difusión del cristianismo, excluía radicalmente a
las mujeres.
El mundo hebreo se nos muestra con una
religión exclusiva de varones. Filón de Alejandría unos de los filósofos más
renombrados del judaísmo nos cuenta que toda la vida pública, con sus
discusiones y negocios, en paz y en guerra, eran cosa de hombres. La mujer
vivía completamente marginada y su deber era quedarse en la casa y vivir en
retiro. Este separatismo estaba reflejado en las leyes imperantes: la mujer era
indigna de participar en la mayoría de las fiestas religiosas, no podía
estudiar la Torá ni participar en modo alguno en el servicio del santuario. No
se aceptaba en juicio alguno el testimonio de una mujer, salvo en problemas
estrictamente familiares. Estaba obligada a un ritual permanente de
purificación, especialmente en las fechas que tenían algo que ver con lo sexual
(la menstruación o el parto). De ahí que el nacimiento de una niña se
considerase una desgracia. Rabbi Simeón ben Jochai escribe en el año 150:
"Todos se alegran con el nacimiento de un varón. Todos se entristecen por
el de una niña" ¡Imagínese!, un hijo es una bendición de Dios sin importar
su sexo, pero ellos los religiosos a cargo de las escrituras bíblicas no lo
entendían aún.
En fin, la mujer se consideraba como
posesión del marido. Estaba confinada a las faenas domésticas, no podía salir
de casa sino a lo necesario y convenientemente vigilada. No podía conversar a
solas con ningún hombre so pena de ser considerada como indigna y hasta
adúltera. Ante cualquier sospecha de infidelidad, debía someterse a la prueba
de los celos (Num 5, 12-18). En caso de poligamia estaba obligada a tolerar
otras mujeres. Siempre se atribuía a ella la esterilidad de la pareja. La
discriminación en caso de adulterio era radical. Esta humillación, sobre todo
en el campo religioso llegaba a castigos y situaciones increíbles y penosas,
inclusive a la muerte.
Tres veces al día todo judío varón rezaba
así: "Bendito seas tú, Señor, porque no me has hecho gentil, mujer o
esclavo". A lo que la mujer debía responder, agachada la cabeza:
"Bendito sea el Señor que me ha creado según su voluntad". Y el
rabinismo de la época de Jesús repetía tercamente que "mucho mejor sería
que la Ley desapareciera entre las llamas, antes que ser entregada a las
mujeres".
Las mujeres y Jesús
Ese era el mundo en que se movió Jesús.
Estas, las costumbres en las que fue educado. Desde entonces como vemos a lo
largo de la Biblia la mujer (con excepción de unas pocas) no tiene un papel de
importancia que no sea el de reproducción otorgado en Génesis. En el Antiguo
Testamento podemos encontrar historias de heroínas, como Ester o Débora, pero
estos personajes femeninos están colocados para defender el nacionalismo
religioso judío y en ningún momento mejoran la imagen sobre la mujer que tiene
la Biblia. En algunos pasajes del Nuevo Testamento la actitud de Jesús frente a
las mujeres es diferente (Jn 8:1-11, Jn 4:7-26, Jn 11:25-27, Jn 20, Mt
15:21-28, Mc 7:24-30, etc.)
respecto al tratamiento que dan al sexo femenino otros hombres célebres
en los anteriores textos bíblicos.
Las consideraciones y el amor de Jesús
a las mujeres
Por su apertura al amor y su fina
sensibilidad la mujer está especialmente capacitada para comprender el mensaje
de Jesús. Por ello, el Maestro no dudó en revelarles verdades profundísimas
sobre su misterio, a la mujer samaritana le declaró que Dios es Espíritu y que
no debemos adorarlo en Jerusalén o en un monte, sino "en espíritu y en
verdad". Él mismo se presenta a ella como el Mesías prometido (Jn 4,
24.26). A Marta, la hermana de Lázaro, le dice que Él es la resurrección y la
vida (Jn 11, 26). A María Magdalena le da a entender que su Padre Celestial es
también Padre de todos los hombres (Jn 20, 17). Las mujeres comprenden el
lenguaje del amor, que es el núcleo del mensaje de Jesús.
Jesús habla con ellas con naturalidad y
respeto. Les permitió que le siguieran de cerca, que le sirvieran con sus
bienes (Lc 8, 1-3). Esto era inaceptable en ese tiempo. Jesús rompió con los
esquemas socioculturales de su época. Les corrigió con amor y respeto, cuando
fue necesario, para enseñarles. A su Madre la fue elevando a un plano superior,
a una nueva maternidad, que está por encima de los lazos de la sangre (Lc 2, 49; Jn 2, 4; Mt 12, 48). A las
mujeres que lloraban en el camino al Calvario les pidió que sus lágrimas las
reservasen para quienes estaban lejos de Dios, a fin de atraerles a la
conversión (Lc 23, 28). Les premió su fe, confianza y amor con milagros: a la
mujer del flujo de sangre y a la hija de Jairo (Mt 9, 18-26). A la suegra de
Simón Pedro (Mc 1, 29-39). Al hijo de la viuda de Naín (Lc 7, 11-17). A la hija
de la cananea (Mc 7, 24-30). A la mujer encorvada (Lc 13, 18-22). Jesús fue
amoroso con estas mujeres y supo consolarlas en sus sufrimientos.
Jesús acepta la amistad de las hermanas
de Lázaro, Marta y María, que lo acogen en su casa con solicitud y escuchan con
atención sus palabras (Lc 10, 38-42). La amistad es un valor humano, y Jesús
era verdadero hombre. ¿Cómo iba él a despreciar un valor humano? Jesús las
perdonaba, cuando estaban arrepentidas (Jn 8, 1-11; Lc 7, 36-50; Jn 4, 7-42).
Jesús llama a las mujeres a ser apóstol de su resurrección (Jn 20, 17)
convirtiéndose así en las primeras enviadas a llevar la buena nueva de la
victoria de Jesús.
Sin embargo, Jesús no desconocía la
realidad de los problemas de la adúltera, de la Samaritana, de María Magdalena.
Sabía que ellas podían alcanzar la iluminación de sus almas, por su capacidad
de amar. Jesús ve en ella un reflejo espléndido del amor de Dios, una criatura
llamada a la alta vocación de madre, de esposa, de hija y líder. Jesús lega a
todos los hombres un magnífico ejemplo del trato que merece la mujer.
El Apóstol Pablo
Es un fiel exponente de la misógina en la
sociedad antigua, sus palabras en 1 de Corintios sellaron y confirmaron a su
mejor entendimiento la jerarquía entre la divinidad y los hombres y estos con
las mujeres en la sociedad con relación a Dios.
"Ahora bien, quiero que entiendan
que Cristo es cabeza de todo hombre, mientras que el hombre es cabeza de la
mujer y Dios es cabeza de Cristo." I Cor 11:3
Este es uno de los pasajes favoritos de
los misógonos, de los machistas, abusadores y transgresores de los derechos de
la mujer. Imagínese la Biblia los respalda desde Génesis, según sus escritores.
Pablo lo confirma ¿Que más podemos esperar?…sólo lo que hizo Jesús. Pero pocos desean “olvidar” lo enseñado en la antigüedad, le es
difícil aceptar las enseñanzas de Jesús, por el contrario desean perpetuar la
conducta discriminatoria contra la mujer con el único fin de poder y control.
Otorgando más validez a lo expresado “por otros” sin considerar apenas lo que
hizo y enseñó Jesús al respecto.
Jesús vino a salvar e iluminar a todos
Nadie quedaba excluido, mucho menos, la
mujer, en quien Jesús puso tanta confianza. Dios personificado en Jesús se hizo hombre a través de una mujer,
quizás está acción del Creador trata de decirnos algo sobre el valor que El le
confiere a la mujer y que muchos machistas olvidan… confió su nacimiento y
cedió su cuidado a una mujer. Desde los tiempos de la creación ha sido así,
desde entonces ningún ser humano viene a la vida si no es a través de una
mujer, varón o hembra por igual.
Lamentablemente la misoginia sigue
existiendo, lo vemos en personalidades públicas, en personas que nos
encontramos en nuestra vida cotidiana, en el mundo religioso en muchas
relaciones interpersonales que originan muchos actos de violencia contra las
mujeres en todos los ámbitos. Tradicionalmente diversas religiones han relegado
a una segunda posición a las mujeres considerándose esas prácticas machistas.
En múltiples ocasiones son descalificadas para determinados cargos u oficios
solo por ser mujer. En la jerarquía eclesiástica del cristianismo católico, por
ejemplo, se dan los casos en que las mujeres que asciendan a mayores posiciones
son monjas o hermana superioras. Esto no sólo sucede en la religiones, el campo
laboral es otro ejemplo de marginación al sexo femenino, en el matrimonio donde
el maltrato es aceptado en nombre del amor.
Si Dios creó uno o al otro primero es
inmaterial para Dios, me parece que fue el hombre que se adjudicó por
conveniencias unas convicciones que impuso unilateralmente a la mujer con el
pretexto de control y poder. Dios creó a los seres humanos, a la pareja en
igualdad de condiciones, a fin de que se apoyaran emocionalmente y
espiritualmente. Recordemos, "Y Dios creó al ser humano a su imagen; lo
creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó," Génesis 1: 27.
Personalmente deseo ver a todos los humanos en igualdad de condiciones, porque
a fin de cuenta todos somos Uno…los hijos de Dios.
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