Podemos vivir la vida de la manera natural o de la manera artificial. Si optamos por la natural significa que descubrimos la ilusión de este mundo, por el contrario si vivimos de la manera artificial es que nuestros ojos no han sido abiertos porque el velo no ha caído. Podemos ser nosotros mismos siendo libres porque la verdadera libertad es descubrir nuestro reino interior conociendo que nada de lo que pasa puede dañarnos o afectarnos. Todo lo que nos pase o suceda en nuestro alrededor, sea como lo llamen bueno o malo es parte de la experiencia que permite nuestra evolución como seres eternos. Por otro lado, podemos ser esclavos de la corriente colectiva: la ambición, la vanidad o la desgracia que son productos de estar atrapados en el gran mundo de la ilusión.
“Tu tiempo es limitado, entonces no lo desperdicies viviendo la vida de otro. No se dejen atrapar por el dogma, que es vivir según los resultados del pensamiento de otros. No dejen que el ruido de las opiniones de los demás ahoguen su propia voz interior. Y lo más importante, tengan el coraje de seguir a su corazón y a su intuición”. Steve Jobs
Todo depende de esta sencillez, es cuestión de elegir. Siempre estamos tomando decisiones, aún en las cosas más simples tenemos que decidir. Sólo que algunos de nosotros tomará el camino más transitado, el que la mayoría escoge y el que otros nos han influenciado a tomar. Se nos dice desde muy niños que tenemos que ser alguien en la vida y que nuestro éxito va a depender de lo que logremos obtener. Por esta razón cuando no podemos lograr ser “ese alguien” nos sentimos derrotados, frustrados y pesimistas. Se nos ha enseñado que el tener mucho dinero es sinónimo de éxito, por otro lado, si no tienes dinero eres un perdedor. Así que nos invaden con toda esa basura colectiva y durante el período de crecer y madurar tendemos a convertirnos en seres inconformes y desagradecidos con lo que tenemos. Finalmente, nos auto clasificamos por error entre desdichados y afortunados y es esto precisamente lo que establece el mundo de la ilusión.
Los que no tienen nada quieren algo, los que tienen algo quieren más pero los que tienen más desean tener mucho más. Escogen el afán y la ambición como las metas futuras proyectadas donde la única mira son las riquezas, la fama o el poder. Deciden acumular riquezas, obtener fama o poder. No miden las consecuencias de sus actos y para alcanzar lo deseado no les importa los medios a los que tengan que recurrir ni tampoco a quienes afecten en su camino.
El problema no es elegir tener éxito, dinero o poder, tenemos libre albedrío para decidirlo. La situación cambia cuando se emplea en el intento la codicia, la ira, la desesperación y el oportunismo porque estos te ciegan y te hacen cometer actos que atentan contra tu propia dignidad y la de otras personas. Platón decía que la riqueza debe ser distribuida a todos por igual, pero Aristóteles no hizo caso a su maestro y dijo que la riqueza debe ser dada por el esfuerzo de cada uno o sea que en nuestro mundo de la ilusión sobrevive el más fuerte según Darwin y que tenemos que competir y ganar para que seamos gratificados. Pero Platón en ese sentido estaba despierto, no debería existir lo que conocemos como riqueza o pobreza. Todos y cada uno de los habitantes de esta tierra deberían tener acceso a todos los recursos ni más ni menos. Un mundo en igualdad de condiciones donde todos seamos iguales.
Jesús habló en varias ocasiones acerca de este tema y en la Escritura se cuenta de un hombre rico cuyas tierras habían producido mucho y se preguntaba a sí mismo: “ ¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mi cosecha. Después pensó: Voy a hacer esto: demoleré mis graneros, construiré otros más grandes y amontonaré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe y date buena vida. Pero Dios le dijo: Insensato, esta misma noche vas a morir, ¿Y para quién será lo que has amontonado? Aún Alegandro Magno se fue con las manos vacías a pesar de haber conquistado casi un mundo. Lo que nadie sabe es que en su lecho de muerte supo que su ignorancia fue la necedad de no saber que la verdadera riqueza es la del alma y la verdadera paz era poder vivir en libertad.
Pero en el mundo de la ilusión no sólo viven los grandes, ricos, poderosos y conquistadores también viven personas que se sienten menos afortunados y que han aceptado esta verdad como propia por los tantos factores. Entienden que si no nacieron en hogar de cuna su vida será una difícil y se anclan en tal declaración.
Se alimentan de una energía negativa y si hablan sobre derrota es eso lo que tienen. Deciden estancarse en los recuerdos, de lo que pensaron los demás y todo lo que estos le hicieron. Eligen ser víctimas eternas de su auto castigo, no perdonan, por lo tanto no existe sanación para sus almas afligidas. Nunca le dan valor a sus vidas porque sólo emplean su tiempo en lamentarse y quejarse. Pasan los días pensando y hablando sobre yo era, yo hice, debí hacerlo distinto. Su vida está llena de rencores y remordimientos. Los arrepentimientos y las culpas no los dejan ser libres y ven el mundo de la ilusión sombrío y desalentador.
Sienten que su vida está llena de dolor y derrota. Eligen apenarse por ellos mismos y desean que todos se lamenten con ellos. Se ven a sí mismos como personas débiles y fracasadas... ¿Cómo salen de todo ese pesar? ¿Cómo pueden lograr desprenderse de toda esa carga? Pueden elegir despertar, la misma vida brinda soluciones, todo está bien. Todo lo que estás viviendo está de acuerdo a lo que tú has escogido desde el principio del tiempo para alcanzar tu realización espiritual. El problema es que sigues clasificando todo lo que te pasa entre bueno y malo. Permite que la vida sea toda una experiencia, no la desprecies, vívela. Cada una de ellas tiene algo que decirte, quiere recordarte quién eres realmente. Lo que vez como pobreza, derrota, dolor, fuera del mundo de la ilusión esto es tu gran escalón a un despertar para que puedas ver que nada te puede perjudicar. Puede que hayas elegido ser rico y poderoso para que después te des cuenta algún día que fue necesario para que despertaras al final del camino y te dijeras a ti mismo: No soy eso. Para que puedas entender que todo lo material, toda la riqueza no es lo que te llevará a la paz que tanto has buscado.
Decidirás que tienes un profundo deseo de evolucionar, de transformarte. Así que no es cuestión si tienes mucho o poco, si eres exitoso o no. Realmente no te llevas nada cuando mueras, sólo la luz de tu alma. Deberías preguntarte cuánto has amado y si no has dado suficiente amor, entonces podrías decidir amar de nuevo y tratar de recuperar el tiempo perdido en el mundo de la ilusión. No esperes algo de los demás, dálo tú. Conoce que la mayor alegría es dar, ayudar, ser luz a otros, que vean en ti paz, un reflejo de la fuente. Perdona a otros y perdónate a ti mismo. Elige dejar de compadecerte y dejar de ambicionar. Decide ser feliz y disfrutar cada minuto de tu vida. Tú decides. Elige lo que entiendas te hará un ser libre. Todo lo que llegue a ti bendícelo y hónralo, es tu momento sagrado. Agradece a Dios el mayor de los regalos; tu libre albedrío y la maravillosa capacidad de elegir. Ama, vive, persigue la verdad y busca la luz porque ella siempre te alumbrará el camino.
“El señor no nos va a preguntar qué hicimos con el dinero, sino qué hicimos con la alegría, inevitable para vivir”. Facundo Cabral