Cada vez que decido intentar lo que hago es elegir, cambio el curso de esta vida en cuya presencia estoy, tratando día a día de ver la perfección en todo lo que me rodea. No resulta fácil hacerlo pero cuando observo con detenimiento y silencio el ritmo de la vida, sus destellos en cada ser que camina en la avenida, puedo concluir que no hay imperfección. No me refiero a las cosas agradables que pueda ver; el niño jugando en el parque, la joven pareja que estrena una casa nueva, el comerciante que cierra el día con estimables ganancias y sonríe, sino aquellas que miro con reservas, el joven drogado en la esquina quien nunca se sacia, la mujer de la noche quien espera a su cliente, el asesino que sale absuelto por un jurado que delibera a favor de la “justicia”, hijos peleando una guerra en tierra extraña muchas veces desconociendo la razón de tal lucha, la mujer violada la cual nunca se recupera de esa “tragedia”, crímenes por odio racial, robos, secuestros a lo que llamaríamos decadencia social, moral y espiritual.
Perfección es precisamente el maravilloso poder para decidir quiénes somos, el libre albedrío para escoger no entre la vida de pecado o la vida de santidad como nos han enseñado las religiones, sino quiénes queremos ser. Queremos construir o destruir, amar o vivir en el temor constante, todo lo decidimos sólo nosotros. En cada una de estas decisiones, Dios nos habla y nos demuestra que nos ama de tal manera que nos deja ser libres, aún si lo que escoges no te favorezca, El sabe que hay un propósito en la decisión que has tomado que quizás ni tú mismo lo puedas entender, pero lo que existe es pura perfección aún en medio de lo que llamas tragedia.
El joven drogado escoge introducir en su cuerpo sustancias que destruyen su sistema lo que no es desconocido para él, pero escoge eso, se le enseñó que al tomar esa decisión Dios se apartaba de él, sería castigado en el fuego eterno y así lo creyó, se siente indigno y cada día su oscuridad aumenta. Pero su decisión tuvo un propósito, acercarlo a Dios porque realmente Dios no se aleja de nosotros, nos sigue amando, la decisión de este individuo sería encontrar a Dios a través del camino, a través de sus llagas, a través de su soledad, del hambre, del abandono y aunque nunca pudiese abandonar el acto y en esta vida terminara con una sobredosis, en ese último momento se encontraría con el de la mirada dulce que lo recibiría con los brazos abiertos.
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